martes, 13 de abril de 2010

La única página de mi diario.

Sentado en la parte trasera del todoterreno las palmeras empezaban a fundirse

en el cielo brillante. Una si , otra no, una si ,otra no. Ponen contento

las palmeras que adornan jardines caídos sobre viejas casas.

Solía pasearme por allí y ver a las putas gordas

vestidas con sus mallas apretadas y casi enseñando las tetas.

También conocía la estrecha calle donde en algunos tramos tenías que pasar de lado.

La casera nos conoció a la vez. Creo que yo le parecía algo raro.

Ese día tenía resaca, gafas de sol oscuras.

Aspecto algo perturbado.

Elegí una camisa de vestir de cuadros rojos y blancos. Parecía un mantel errante, me

quedaba algo ancha.

Era un piso pequeño y viejo. Paredes grasientas

no había mucha luz y olía un poco a pollo frito. Tenía un salón decorado con cuadros viejos sin

ningún valor y un mueble de aspecto rural al fondo.

Constaba de dos habitaciones individuales con camas de hierro,

y como somieres puertas viejas de madera bajo el colchón.

Algo triste.

Había cipreses y una alberca que brillaba con las luces y la luna.

Feliz sobre aquella vieja colcha de encajes blancos vomité de noche.

La mancha la mira ahora extrañado un estudiante de ingeniería en telecomunicaciones.

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