Sentado en la parte trasera del todoterreno las palmeras empezaban a fundirse
en el cielo brillante. Una si , otra no, una si ,otra no. Ponen contento
las palmeras que adornan jardines caídos sobre viejas casas.
Solía pasearme por allí y ver a las putas gordas
vestidas con sus mallas apretadas y casi enseñando las tetas.
También conocía la estrecha calle donde en algunos tramos tenías que pasar de lado.
La casera nos conoció a la vez. Creo que yo le parecía algo raro.
Ese día tenía resaca, gafas de sol oscuras.
Aspecto algo perturbado.
Elegí una camisa de vestir de cuadros rojos y blancos. Parecía un mantel errante, me
quedaba algo ancha.
Era un piso pequeño y viejo. Paredes grasientas
no había mucha luz y olía un poco a pollo frito. Tenía un salón decorado con cuadros viejos sin
ningún valor y un mueble de aspecto rural al fondo.
Constaba de dos habitaciones individuales con camas de hierro,
y como somieres puertas viejas de madera bajo el colchón.
Algo triste.
Había cipreses y una alberca que brillaba con las luces y la luna.
Feliz sobre aquella vieja colcha de encajes blancos vomité de noche.
La mancha la mira ahora extrañado un estudiante de ingeniería en telecomunicaciones.
martes, 13 de abril de 2010
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